viernes, 2 de febrero de 2007

Los tesoros de la vida...

Una mañana muy temprano, antes del amanecer, un pescador llegó a un río. En la ribera tropezó y vio que era un pequeño saco de piedras. Recogió el saco y, dejando a un lado las redes, se sentó en la ribera, a la espera del amanecer. Aguardaba a que rayara el alba para empezar su cotidiana labor. Sacó indolentemente una piedra del saquito y la lanzó al tranquilo río. Después lanzó otra piedra y después otra. Le gustaba el ruido del chapoteo en medio del silencio de la aurora, y siguió lanzando piedras al agua, una a una.

El sol fue ascendiendo lentamente y se hizo la luz. Al llegar ese momento, había tirado todas las piedras menos una; aún la tenía en la palma de la mano. Cuando la miró a la luz del día, se le encogió el corazón, se quedó boquiabierto. ¡Era un diamante! Había tirado un saco entero de diamantes: el que tenía en la mano era el último. Gritó, lloró. Se había topado con un tesoro de tal calibre que podría haberse enriquecido infinitamente. Pero sin darse cuenta, en medio de la oscuridad, lo había tirado.

En cierto modo, el pescador tuvo suerte: aún le quedaba un diamante; había llegado la luz del alba antes de que hubiera tirado el último. La mayoría de las personas no tiene tanta suerte. Se les pasa la vida entera y el sol nunca sale para ellos, nunca llega la mañana a sus vidas. Nunca llega la luz, y cuando se quieren dar cuenta, han tirado todos los diamantes de la vida pensando que eran guijarros.

La vida es un enorme tesoro oculto...
(Osho)

¿Cuántas veces hemos sido el pescador? ¿cuántas veces nos hemos sentido diamantes? ¿cuántas veces nos han confundido con guijarros?...

1 comentario:

Rodrigo González Lillo dijo...

O peor... ¿Cuántas veces hemos tirado un diamante sabiendo que lo es?