
Siempre intenté no pensar mucho en cómo fue la historia de la pequeña llorona... porque así creía que todo se había superado, la niña creció, y en ese proceso se fue vistiendo con distintas armaduras, armaduras que en cada momento las sintió útiles, porque la protegían... pero después de tanto andar caigo en la cuenta que si quiero avanzar segura y tranquila debo necesariamente hacer una introspección, tomar en brazos a esa niña asustadiza, pensativa, retraída y llorona... la que cuando llegaba la noche entraba en un pánico sin límites... la que por todo lo hostil del entorno quería tener las cosas bajo control... para no sentirse permanentemente atropellada y con ese miedo a todo... a lo real y a lo irreal... Las armaduras con las que se fue vistiendo ya no son útiles, al contrario, hacen que la marcha se haga lenta y agotadora... Llegó el minuto de no evadir más... esa fue siempre la táctica de la niña, aprendió a salirse del cuerpo que la contenía para viajar a donde ella quisiera... Presiento que no fue el mejor camino... así no mejoró lo que le dolía... tan sólo huyó...
Ahora ordeno la historia... y desde aquí, desde el presente, le presto asistencia a la que un día fue... Constato que lo que sale de la caja de pandora aún me provoca fuertes emociones... se me hace un nudo en la garganta, pero así y todo, intento contener a la cabra llorona que se le hacía cuesta arriba la vida... de esta forma develo lo que hoy hay que enmendar y lo que hay que mutar...
Poco a poco la niña comienza a reír a dejar de tener miedo, a dejar de sentirse culpable... los niños sólo deben preocuparse de jugar gozosamente sin pensar en peligros... entregarse totalmente al juego que los lleva a mágicos castillos... es la única etapa de la vida en que esos castillos son reales, no importa que cuelguen del aire...
¿A qué jugaba??? a dibujar interminables historias... a juntar colores de cristales que ruedan y se chocan con otros cristales similares... así se multiplicaban en variedad de colores afines...
Lo que fue, lo que se caminó, no se puede desandar... pero cuando las cosas se ven desde la perspectiva de la distancia, se entienden situaciones que permiten mejorar las heridas... se produce el perdón y la reconcialiación... entonces es posible no temer a las evocaciones de la infancia, es posible sanar para reconstituir aquellas partes dañadas... para sentirse mejor persona... aprendo a conocerme más, a reconocerme, a integrar el ayer con el ahora, para completar lo que un día pretendí disgregar... Así de a poco voy cerrando esa tarea pendiente... ese capítulo inconcluso... extendido inconscientemente...
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